jueves, 23 de noviembre de 2017

Límpiame

La entrada de hoy es el desarrollo de una fantasía que brota en mí a raíz de un comentario que la señora Amadelmar me hizo en un post: Qué ganas tengo de veros a los dos atados con vuestros collares a la pata de la cama mientras nos divertimos tu Amo y yo como la otra vez. Y ver a mi perro poner esa carita que tenía aquel día.

Ojú, señora, de todo lo que me dicen ustedes yo me monto una película y la impaciencia me devora de pensar en llevarla a la realidad 😊.

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Mi señor y la señora follaban en mi cama, en nuestra cama, mientras el perro de ella y esta perra permanecíamos atados a dos de las patas, arrodillados, esposados y con nuestras mordazas puestas.

En la posición en la que estábamos no podíamos apenas movernos, ni tocarlos a ellos ni a nosotros mismos. Solo podíamos verlos follar y oírlos gemir.
Foto tomada de internet.
La señora estaba tumbada sobre su espalda y mi amo, encima de ella. Veía perfectamente cómo su polla la penetraba y las piernas de ella apretándose contra las caderas de él invitándole a entrar hasta el fondo de su coño. Lo mismo veía su perro. Y ambos babeábamos sin poder evitarlo a través de los agujeros de la bola de la mordaza.

Verles follar me producía una extraña mezcla de sentimiento de humillación y de excitación sexual. Cómo me hubiera gustado poder meterme en la boca los huevos de mi amo mientras mientras su polla entraba en el coño de la señora...

Mientras tanto, buscaba la manera de apretar fuerte mis piernas tratando de hacer presión en mi coño, buscaba la forma de frotarlo con el borde de la cama y hasta con la pared y me avergonzaba de comportarme como una perra en celo al lado del otro pobre perro prisionero, pero no podía evitarlo.

Cuando los señores terminaron, descansaron unos minutos, se burlaron de nosotros, nos quitaron las esposas y las mordazas y cada uno se dirigió hacia su perro así:

  • Señora: Perro, límpiame el coño. Me lo lavas bien con tu saliva, me lo secas y me pones las bragas.
  • Señor:  Y tú, perra, lo mismo: límpiame bien la polla con la boca, que no quede ni rastro de leche, me la secas y me pones los calzoncillos.

Y, como los perros obedientes que nuestros amos han hecho de nosotros, cumplimos con nuestra obligación de mantener el coño y la polla de nuestros dueños en perfecto estado.

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Señora, esta historia podría ampliarla hasta el infinito, pero prefiero que el resto lo pongan ustedes 😜. Deseo hacerle saber que solo el dolor físico me limita (aunque espero poco a poco expandir ese límite) y que quedo a su servicio y al de mi señor para hacer todo aquello que les dé placer.

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